El medio amarillo, autoproclamado defensor de la libertad de prensa, parece hacer una excepción notable con Enrique Vargas Peña, cuando en ejercicio de esa libertad contradice los intereses económicos del grupo. Cuando las palabras afectan el bolsillo, los principios al parecer se ajustan rápidamente.
Enrique Vargas Peña ha aprendido por las malas que el medio amarillo aunque se presente como un bastión de la objetividad y la justicia, estaría dispuesto a censurar para proteger sus intereses comerciales. Irónicamente, este medio critica a otros por supuestos intentos de censura, pero no duda en actuar de la misma manera cuando se trata de su imperio económico.
¿Cuál sería el pecado terrible de Enrique Vargas Peña?
Exponer al público el modus operandi de la oposición paraguaya (hoy refugiada en una oposición mediática), en conjunto con cuestionables ONG’s que actúan como operadores políticos en el país, sin ningún tipo de control, presionando y “premiando” a periodistas y políticos de acuerdo a sus intereses.
En resumen, la libertad de prensa en el medio amarillo parecería tener un precio. Mientras no afecte sus intereses financieros, el diario seguirá proclamando su defensa de la verdad. Sin embargo, cuando estos se ven amenazados, la verdadera cara del medio emerge, revelando que incluso los más fervientes defensores de la libertad pueden convertirse en censores por conveniencia.